Nací ya hace 33 años, pequeñita, en una humilde familia
trabajadora. Mis valores, mis anhelos y mis inquietudes no fueron otras que
adaptarme al mundo en el que vivo, ser aceptada por mi familia, por mis compañeros
de colegio, posteriormente de instituto, universidad, amigas y demás. He sido
una niña “buena”, obediente, amable y trabajadora. Mi mayor preocupación ha
sido agradar a todos, formar parte de todo lo que me rodeaba, ser admirada por
ser perfecta, ser única pero a la vez ser como todo el mundo, destacar lo justo
para que tu ego se sienta especial y ser alabada por los que me rodeaban. Esa
he sido yo durante la mayor parte de mi vida.
Agradezco la enseñanza de la escuela, la del instituto y la
de la universidad; agradezco los valores inculcados en la familia y de las
amistades que me han acompañado. Agradezco las parejas que me han seguido y las
que no consiguieron hacerlo jamás. Me siento agradecida por los años vividos y
las experiencias que me han acompañado.
Aunque los valores más importantes los aprendí sola:
Aprendí a ser honesta conmigo misma (no tenía ni idea qué significaba,
pues me había pasado media vida complaciendo a los demás).
Aprendí a respetarme y a respetar a los que me rodeaban sin
criticarlos, simplemente aceptarlos tal y como son.
Aprendí a no esperar nada de nadie, ni de ninguna situación,
para simplemente vivir en presente en su máximo esplendor.
Aprendí a amarme a mí misma y a aquellos que me aman
(dejando marchar a las personas que no están preparadas para aceptarme tal y
como soy).
Aprendí a mirar dentro de mí misma para encontrar las
respuestas a las cosas que sucedían y que me parecían injustas, encontré
repuestas sorprendentes, crueles y dulces: sinceras.
Entendí que nuestra sociedad no es perfecta, mas es la que
nos merecemos, aprendí a no quejarme si no iba a mojarme para cambiarlo y
aprendí a creer en el ser humano, a creer en la bondad que reside dentro de
cada uno de nosotros; esperando que algún día los hijos de nuestros hijos
puedan disfrutar de un mundo un poco mejor.
Y seguiré aprendiendo todo lo que sea necesario, hasta
cuando sea necesario porque esta es la magia de seguir creciendo y de vivir.
¿Qué sentido sino tendría cumplir años?