26 mar 2015

Bienvenida libertad, entra, te estaba esperando

Es muy fácil caerse, perderse, desorientarse, dejarse llevar por la más abrumadora de las rutinas, por los beneficios terrenales, las valoraciones externas y el seguir formando parte de este capitalismo bulímico. 
Foto: Oriol Batista Viñas
Piensas que eres libres, que tú decides y vives tu vida como crees que a ti te gusta y, de repente, estás en un local, rodeada de gente que no conoces con una copa de vino en la mano, un cigarrillo en la otra y ves tu reflejo en la ventana, adornada con cortinas de seda, lujoso, ostentoso. Piensas que eres lo suficientemente libre como para decidir todo lo que hay en tu vida, pero en ese preciso instante viendo tu reflejo, descubres que no es así. 
Descubres que no eres libre, que eres el resultado de lo que los demás esperan de ti y que no puedes escapar, no puedes seguir siendo como eres y, a la vez, pretender ser libre. Tiemblas, tus piernas tiemblan, tu mano, tu copa, tu cigarrillo, todo lo que forma parte de ti se tambalea y no puedes evitar soltarlo, dejarlo caer, dejarlo marchar… Te desprendes sin más, así de fácil y huyes. Sales corriendo de aquel lugar, lejos de las miradas acusadoras, lejos de la gente a quién sólo le importas por lo que les has demostrado que eres o por lo que tú misma creías que eras.
Llegas a casa, confundida, te dejas caer en el sofá, te hundes y te encantaría que tu mundo se hundiera contigo, te gustaría desaparecer y, de hecho, lo haces. Cierras las ventanas, las cortinas, desconectas el móvil y la conexión a internet. Desapareces y así pasan los días, sola.
Te despiertas de tu letargo, de tu sueño ininterrumpido y tienes ganas de volver a ver el sol. Te atreves a salir, buscas un lugar donde comer y te mantienes apartada del bullicio, del gentío.
Por una vez te sientes en tu centro, sin necesitar nada de nadie, solamente a ti misma y en este punto, justo en este instante, sin nada, sientes que lo tienes todo; sientes que te tienes a ti misma y, por fin, descubres que ahora sí, eres libre.
Foto Oriol Batista Viñas

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